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Día 5 — Protegiendo lo precioso: la importancia de guardar lo correcto
Carlos era dueño de una pequeña tienda de antigüedades. Desde niño, se sentía fascinado por los objetos antiguos y siempre había soñado con tener su propio negocio. Cuando finalmente abrió su tienda, sentía una frustración: un objeto en particular hacía falta. Se trataba de un reloj antiguo y valioso que había pertenecido a su abuelo y que se había perdido durante mucho tiempo.
Carlos escuchó que el reloj podría estar en manos de un coleccionista en otra ciudad. Así que Carlos comenzó a viajar de un lado a otro tratando de encontrar al dueño del reloj. Finalmente, Carlos encontró al coleccionista y compró el reloj. Increíblemente el coleccionista había guardado el reloj con diligencia durante tanto tiempo. Y a partir de ese momento, Carlos hizo lo mismo, guardó el reloj con tanto cuidado como si fuera un tesoro. Pensar en tesoros que debemos guardar con diligencia nos introduce a la razón por la cual Dios ha dado y preservado su palabra:
Tú has ordenado tus preceptos, para que los guardemos con diligencia (Salmo 119:4).
Varios salmos unen su voz al mensaje de este versículo.
Salmo 19:10-11: deseables más que el oro; sí, más que mucho oro fino, más dulces que la miel y que el destilar del panal.
Además, tu siervo es amonestado por ellos; en guardarlos hay gran recompensa.
Salmo 112:1: Bienaventurado el hombre que teme al Señor, que en sus mandamientos tiene gran deleite.
La gran ironía, finalmente, es que en guardar los mandamientos nosotros terminamos siendo guardados. Veamos las consecuencias desastrosas que vienen de no ver los mandamientos como un tesoro:
Salmo 1:6: Porque Jehová conoce el camino de los justos; pero el camino de los impíos perecerá.
Salmo 9:17: Los impíos serán puestos en el sepulcro, más los que guardan el derecho, en la memoria eterna.
Salmo 37:9: Porque los impíos serán talados, y los enemigos de Jehová como el verdor de los prados serán consumidos.
Atesoro cosas materiales,
busco la felicidad en lo temporal,
paso por encima de la gente,
y pierdo mi propósito.
Atesoro a Dios y su consejo,
es la verdadera riqueza,
porque es eterna y no perece,
me permite usar las cosas que tengo
como preciosos instrumentos para florecer y ver a los demás hacer lo mismo.
Jesús, ¿cuál es el paso de obediencia que quieres que dé hoy?; Espíritu, ¿cómo vas a usar este paso de obediencia para santificar y perfeccionar mi vida?; Padre, ¿en cuál de tus promesas puedo confiar para dar el paso de obediencia que Jesús me pide que dé?
Amén