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Día 28 — Mastique trague, trague, mastique

Salmo 119-27
Hazme entender el camino de tus mandamientos,
Para que medite en tus maravillas.

La frase “mastique, trague, trague, mastique” puede hacer referencia a una acción repetitiva como parte de procesar un trago amargo. No sé si será una terapia adecuada para pasar un trago amargo pero una acción repetitiva como esta es a la que hace referencia el salmista: “Hazme entender el camino de tus preceptos, y meditaré en tus maravillas”.

El salmista quiere entender y meditar en sus preceptos. Parece una petición simple, pero tiene sus complejidades. ¿Qué es lo complejo de esta oración? Los dos verbos que usa para expresarla: entender y meditar. Miremos cada uno de ellos.

Entender. Quien ora es un sujeto pasivo, es decir, cuando el pide “hazme entender”, pide que Dios realice una acción sobre él. Entender no depende de sí mismo sino de que Dios lo haga posible. El salmista sabe que comprender la palabra va más allá del uso de las habilidades intelectuales, está implicada la revelación de Dios, su voz que resuena desde cada letra y llega al corazón del lector. “Hazme entender” puede tomarse también como “hazme ver los tesoros escondidos que hay en tu palabra”.

Pero entender tiene una implicación adicional, esta sí involucra directamente al orante. La compresión de los mandatos de Dios necesariamente debe llevar a la obediencia. Si los preceptos de Dios no se ponen en práctica en la vida cotidiana, entonces no se han comprendido realmente, aunque los sepamos de memoria.

Tanto para entender la Palabra como un golpe de luz que viene de parte de Dios, como para tener una conciencia plena de obediencia para la misma, dependemos del Señor, dependemos de su gracia, de su ayuda, de la obra del Espíritu Santo en nuestra vida. Por tanto, esta oración desembocará en otras oraciones, “Señor, dame una voluntad firme para dejar de lado el chisme y la mentira”, por ejemplo.

Meditar. Desde el hebreo este término se traduce como “meditar; gemir; llorar, rugir; pronunciar; hablar”. Esto es coherente con las palabras de Dios a Josué: “Este libro de la ley no se apartará de tu boca, sino que meditarás en él día y noche” (Josué 1:8). Meditar está asociado a la boca y no simplemente con un ejercicio mental, como podría comúnmente interpretarse.

Cuando hablamos usamos sonidos para ilustrar lo que queremos decir, “y pum, cayó al piso”, por ejemplo; a estos sonidos se les denomina onomatopeya. El sonido de la palabra “meditar” en hebreo (hagah) parece onomatopéyico que refleja los murmullos y suspiros de los antiguos cuando meditaban.

Meditar puede entenderse entonces como recitar en voz baja, repasar, volver a decir; como cuando las vacas hacen su digestión rumiando, devuelven a la boca el bolo alimenticio que ya habían tragado, para volverlo a masticar y hacerlo más digerible. “Mastique, trague, trague, mastique”. Ese es el propósito de recitar o musitar una y otra vez la palabra, que cada vez se haga más familiar, más entendible, más cercana, más propia. Implica también frecuencia e intimidad, no parece un ejercicio en comunidad sino individual.

¿Te sientes satisfecho con el tiempo que dedicas a meditar y estudiar la palabra del Señor?
¿Qué ajustes te está pidiendo el Señor que le hagas a tu tiempo a solas con él? ¿Sabes de memoria Josué 1:8 o el Salmo 1:2?

Amado Dios, ayúdame a comprender el significado de tus mandamientos, y meditaré en tus maravillosas obras. Hoy decido no faltar a mi tiempo a solas contigo, dame una voluntad firme para mantenerme en esta decisión porque te necesito y te amo.

Amén

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